martes, 12 de marzo de 2013

La carta mortifera

Entre cuantas cartas me llegaron aquel día, había una que no quise abrir,
Así se quedó.


Hasta que un día, justo como dice el refran: "la curiosidad mató al gato" y justo eso fue como que pasó; en aquella carta podían leerse unas palabras horribles que me hicieron recapacitar  a quién podría haberle echo yo tanto dolor y sufrimiento para que se  molestara en escribirme esto:

                             Soy alguien muy cercano a tí,
                             Pero no tengo tu misma sangre,
                             Te he visto numerosas veces,
                             Y el echo de verte, me daba asco,
                             Angustia y ganas de suicidarme,
                             Quisiera que te aplastaran el cráneo,
                             Y así no volver a verte.

      Le di la vuelta a la carta, y podía leerse lo siguiente:
Querría verte en el parque al que íbamos de pequeños el veinte uno de marzo a las cinco y media.

Al mirar el calendario, vi que era justo ese día, el día que tu tanto esperabas.Por las ganas de saber a quien podría haberle causado yo tanto sufrimiento cogí mi abrigo, un paraguas ya que llovía muy fuerte, las llaves y me dirigí hasta allí.


Entré al parque y no vi a nadie, únicamente a una persona encapuchada debajo de un árbol, Sin  pensármelo dos veces me dirigí hasta el con la carta en la mano.

Fui avanzando poco a poco y justo cuando estaba detrás de el, se puso a llorar descontrolada mente y de un momento a otro se giro y entre llantos me dijo algo como...

                    Cuanto tiempo sin verte,
                    Tengo ganas de matarte,
                    Y así no volver a verte!

Me abrazo fuertemente, tan fuerte como si de esta se tratara la ultima vez que me fuera a ver.

Yo estaba tan asustada que no pude hacer nada, no  me pude fijar en su rostro, ni siquiera tuve fuerzas para preguntarle su nombre ya que de un momento a otro me quedaría sin fuerzas.Y me desvanecería.
 

Vi que extrajo algo largo y brillante del bolsillo, y me lo fue acercando poco a poco como si de un cuchillo se tratara y me lo clavo fuerte y certeramente, me desplome al suelo dejando un charco de sangre a mi alrededor y echo a correr, pero hubo un momento en el que se giro y tu rostro conseguí ver. Era yo muchos años después, una sombra.

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